martes

MI ABUELITA ES PURO TATTOO

¡Y dicen que el tatuaje es cosa de jóvenes contestatarios!
Pues vamos a romper algún que otro tópico.
Os presento a mi abuela Nin. Vive en la frontera entre Bangladesh y Birmania y pertenece a la tribu chin.
Claro que no es mi abuela biológica. Pero igual que otros apadrinan niños del Tercer Mundo, yo adopto abuelitas allá por donde paso, les echo una mano en el huerto, les mando a un colega estudiante de ingeniería para que les construya un pozo en el pueblo, o a mi amiga Adela, la enfermera, para que haga una buena revisión sanitaria a la aldea... En fin, cosas útiles a modo ONG, pero sin burocracia. Y a cambio, siempre me ofrecen una buena comida y me cuentan las mejores historias, como todas las abuelas.
Bueno, pues la abuelita Nin se tatuó toda la cara cuando cumplió quince años. Y no es que lo hiciera a escondidas de sus padres, sino que ellos mismos la llevaron al tatuador.
-Mis hijas ya no lo hicieron -me dijo-, no quise obligarlas, porque es muy doloroso.
¡Claro que debe doler! Pero antiguamente, las tribus lo utilizaban como una garantía para evitar que sus muchachas fueran raptadas por otros pueblos. Los tatuajes identificaban a la comunidad, y ellas se sentían orgullosas de mostrarlos. Era su distintivo, su entrada en la edad adulta, su vinculación con el clan y su seguro de vida.
En nuestra sociedad y en los tiempos presentes  el tatuaje ha pasado a ser un mero símbolo estético, un adorno más. Pero ojo: al igual que el de mi abuela Nin, sigue siendo permanente hasta la tumba. Así que piénsalo bien antes de dar el paso. Ninguno sabemos lo que nos gustará lucir dentro de veinte años.

2 comentarios:

  1. Sin palabras, yo soy un chico de ciencias. Cuenta conmigo para cuando necesites infraestructuras técnicas. Chapó.

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  2. Es lamentable que a esas mujeres les infrinjan semejante tortura en la cara. ¡Salvajes!

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