Desde que lo dejé con mi novia he vuelto a vivir con mi madre. Desde que perdí el curro ando todo el día maquinando. Y desde hace una semana me dio por espiar al vecindario.
Como suele ocurrir en estos casos, he descubierto a un asesino en mi portal. Lo bueno es que le tengo localizado.
Se trata de un tipo vulgar y corriente que vive en el cuarto. Tiene un dálmata mucho más sociable que él, un periquito extremadamente alegre y dos tortugas que superan su inteligencia con creces. Pero el tío es tan zote que aún no ha aprendido nada de ellos.
Cuando le vi tirar la basura comprendí el motivo: el menda ¡¡NO RECICLA!! Mira que se han hecho campañas para que todo el mundo aprenda a distinguir los colores de los cubos y su finalidad. Pues en la bolsa de mi vecino asomaba una botella de plástico entre los desechos orgánicos, se adivinaba un brick en un costado y al caer al fondo del contenedor resonó el golpe de un cristal.
Joder, me quedé pasmado. Tanto animal doméstico en casa, y el tío atenta contra el resto de seres vivos con total impunidad.
Menos mal que desde que leí Milennium he comprendido que el ataque directo es lo último y resulta más efectivo embaucar con un poco de coba. Así que encendí el PC, hice unos retoques con Photoshop y esa misma tarde le metí en el buzón una invitación de pega para un evento que no iba a rechazar.
Al día siguiente, le telefoneé:
—Buenos días, le llamo de Adadla, asociación para la defensa de las aves. Me gustaría confirmar su asistencia a nuestra fiesta aniversario, donde recibirá un Ipod de regalo y participará en el sorteo de un Iphone 4G al término del evento.
Nadie rechaza un regalo, y menos de última tecnología. El tipo aceptó encantado, faltaría más, y dos días después visitaba las instalaciones. Por supuesto, allí no había fiesta de ninguna clase, pero al llegar, mi colega Irene, la veterinaria con más curvas, le hizo entrega del prometido regalo. Luego le dio una vuelta por el centro.
—¿Y la fiesta? —consultó el vecino cuando se detuvieron ante las jaulas de las cigüeñas. El tío se había puesto de punta en blanco y tal vez temía que entre pájaros no iba a poder lucir su palmito.
—Tenga, coja una cría —dijo Irene para ablandarle; todo el mundo se vuelve más tierno con un polluelo en las manos—. A usted le gustan los animales, ¿verdad?
La respuesta solo podía ser sí, sobre todo si quien pregunta es una tía cañón.
—¿Y tiene hijos?
—Sssí, un pequeñín de un año.
(Vaya, esto no lo sabía yo: en la vivienda él figura como único ser casi humano).
—Pues le voy a enseñar algo.
Con el polluelo en las manos, le llevó a la mesa de trabajo, retiró una sábana con gesto teatral y dejó al descubierto un cadáver de cigüeña adulta abierto para la autopsia.
El tipo se sobresaltó y dio un paso atrás.
—Esta es la madre. Murió esta mañana. Diagnóstico: homicidio por imprudencia humana. Se tragó varias gomas en un vertedero creyendo que eran lombrices, se le enredaron a las tripas y acabaron por estrangularla. Menos mal que no llegó a alimentar a las crías, porque la hubieran palmado igual. El asesino aún está libre: es difícil seguir la pista a la gente que no recicla y considera basura orgánica los plásticos y otros desechos derivados. ¿Usted recicla, verdad?
—Sssíii… —mintió más pálido que un folio en blanco.
—Entonces, ¿le gustaría apadrinar a este bebé? —dijo Irene señalando a la cría—. Así yo puedo incluirle en la lista para ganar el Iphone 4G.
Las sonrisas de Irene desarman, y el tío aceptó sin dudarlo. En el fondo, lo que quería era largarse de allí.
Desde entonces, le he seguido espiando. Y por fin puedo decir que esta mañana salió de casa con dos bolsas. Una de ellas fue directa al contenedor gris, la otra… acabó sorprendentemente en el amarillo. ¡Sí!
En cuanto a lo del Iphone… Reconozco que mi economía no da para tanto. Pero en el Ipod van 4 Gb llenas de vídeos sobre la suelta de aves, sonidos de la naturaleza, trinos de pájaros, rumores del océano y cantos de ballena. No se pueden borrar. Ni siquiera formatear. Tampoco queda espacio libre para grabar canciones de moda. Tengo un amigo informático al que se le dan bien esas cosas.